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Mientras dure la tormenta

  • lorenagarciacoach
  • 19 feb 2023
  • 5 Min. de lectura


Es esa revoltura que llevo dentro. De ese no se qué, qué se yo, que no me deja pensar con claridad. Que me hace sentir un calor en el estómago y me frunce el ceño.

Voy molesta por el día, compar­tiendo mi energía gris con quien conmigo se cruza, y que así como les llega me la devuelven multiplicada para que esta cosa, que siento aquí en el pecho, crezca un poco mas.

El caso es que estaba bien. No sé que pasó que se me oscureció el día. No sé si fue aquello, lo otro o he sido yo quien abrió la puerta a esta tormenta que me abrasa por dentro y a esta nube sobre sobre mi cabeza.

Si paro ahora puedo casi verlo, oírlo, ahí, como un eco, gritando lo harta que estoy de todo, y encontrando razones que lo justifiquen. Y Mientras, se me cierra el estómago y, me siento demasiado pequeña para esto que crece dentro a cada momento y me invade.

Creo que así se siente el Dr. Banner, en su transformación a un ser verde, incapaz de expresarse salvo rompiendo aquello que se cruza en su blindada mirada.

Miro alrededor y me molesta la gente, es como si necesitara encontrar un motivo para la queja, la discusión y el conflicto.

Cuántos de nosotros vamos henchidos y verdes, repartiendo en modo basurero miedos y frustraciones por la vida. Me di cuenta al momento de lo hasta arriba que iba de puro enfado y de la necesidad de echarlo hacia afuera por que quedármelo duele demasiado.

Me llevo la mano a la cabeza tratando de aliviar el peso que siento en la frente y que me hace tener los ojos ardiendo, pidiendo un poco de oscuridad y alivio.

Respiro en un intento de regular la tensión, buscando cambiar la temperatura con un poco de aire fresco y me acompaña un bostezo con el que me percato de la tensión de mi mandíbula.

Me recoloco en el asiento, la postura me incomoda, tengo tensa la espalda y el cuello bloqueado.

Tengo dentro un león enjaulado que me desgarra queriendo salir. Lo cierto es que no quiero estar así, este estado es el de alguien amargado y esa persona no quiero ser yo.

No sé porqué me he puesto así casi de repente. Mi cabeza no para y no puedo pensar con claridad.

Paro y respiro, y respiro y cuento hacia atrás y hacia adelante cada respiración, tratando de parar esa turbina que genera y crea razones, porqués y justificaciones para mantenerse en ese estado.



Parece que funciona, siento la frente más relajada y al mirar por la ventanilla ya no me molesta la luz, veo el azul y blanco del cielo y la vista se reconforta.

Comienzo de nuevo la cuenta y respiro otra vez.

Recoloco mi espalda y me reencuentro de nuevo con mi cuello. Está ahí, crujiente aún, pero lo siento.

Otra respiración, esta vez más profunda y ya soy consciente de mis pies, de mi postura, de mi espalda contra el respaldo.

Tengo la sensación de haberme ido, de haber abandonado mi cuerpo. Como quien regresa a casa de un largo viaje, así es la sensación. Cómo de resaca el domingo por la mañana, tratando de averiguar cómo has llegado ahí, sabiendo que te habías prometido no volver a caer en más de una ocasión.

Sigo con peso en el pecho y ahora la tensión la tengo en la garganta, lo noto al respirar.

Me llevo la mano al pecho con el intento de quien trata de aliviar un dolor o dar apoyo. No lo hago de forma consciente pero lo puedo sentir, me estoy dando consuelo. En cierto modo hasta pidiéndome perdón por este par de horas desagradables y en mi interior surge una voz. ..."Ya casi está, ya pasó, respira"...



He pasado de mi habitual estado de tranquilidad a uno oscuro, de lucha y enfado, y ahora a uno de calma. Es como bajarse de una montaña rusa. Lo que me ha hecho hacer este viaje parece que empieza a desvelarse y no es sorpresa que sea algo recurrente.


No hablar, no decir cuando se siente la necesidad, no expresar, es decir, callar.

Es cierto que no siempre se debe dar respuesta, y también que, en según que lides, uno no debe perder las energías. Pero también lo es que lo importante se ha de expresar.

Ya tengo la mitad del camino hecho, he reconocido el disparador de este estado de enfado, explorado el efecto en mí y soy consciente, ahora, de cuál es la solución.


¿Qué ha pasado?

1. Hecho que vulnera alguno de mis valores básicos.

2. Malestar; enfado, estar a la defensiva, alerta.

3. Expresar mi deseo de que eso no se repita y las razones por las que es importante para mi.


Ahora me doy permiso para cambiar el orden.

1. Hecho que vulnera alguno de mis valores básicos.

2. Expresar mi deseo de que eso no se repita y las razones por las que es importante para mi.

3. Ya no hay enfado ni malestar.


Interesante. Debo hacer esto más a menudo para mejorar, también, en otros aspectos


¿Y ahora qué? Ahora hay que hablar:

Preparar la conversación desde el amor, en orden de devolver a este hecho, acción ó persona, amor en lugar de enfado, malestar y frustración.

La comunicación es la forma en la que nos relacionamos con otros, el mundo y nosotros mismos, cuán importante es hacerlo de forma eficiente. Me pregunto:

¿Cómo sería sí pudiera decir lo que quiero sin miedo a herir, a empeorar la situación y además que el otro lo comprenda?

Hace nada estaba en el ojo del huracán, dejándome llevar por la fuerza de los elementos incapaz de tomar el control.

Sé que no es fácil. Lo que quiero es no devolver lo mismo que siento que me dan, al menos en lo que de mi dependa. Luego, si expreso mi mal humor o marco mis límites desde la posición del enfado, la energía que voy a poner en mis palabras será esa.

He de explorar la manera de crear un "marco" de conversación que me permita decir lo que quiero con la energía e intención que quiero, de modo que el otro comprenda lo mejor posible mi mensaje.

Crear un marco de conversación es más importante que el mensaje en sí. Cuándo preparas el marco de conversación la comunicación llega de forma sencilla y directa.

Cuáles son mis opciones:

  • Invitar a la acción.

  • Poner un ejemplo de cómo sí.

  • Iniciar explicando qué es importante para mi.

  • Reconocer que el otro no es consciente del agravio, que lo hace sin querer dañar.

Invitar a la acción:

Preguntar, traer al ahora, como se sentía esa persona en ese momento.

Pedir más información.

Escuchar y guardar silencio.

No juzgar.


Poner un ejemplo de como sí:

Traer una experiencia del pasado.

Crear una posible situación que contextualice la situación desde un punto de vista neutro o ajeno, es decir, plantear el asunto desde ¿Cómo sería sí...?


Reconocer que el otro no es consciente del hecho en sí:

Las acciones de los otros tienen siempre más que ver con ellos que contigo. En ellas, la persona obtiene algo positivo por malo que parezca lo que hace. Esa persona no lo ha sabido hacer mejor.


Ahora ya lo sé. Estoy en calma. Encontraré el momento de enmarcar la conversación desde el amor y la consciencia.

Me siento segura, mi garganta está aliviada y la presión del pecho se ha ido. Me ha tomado un poco de tiempo, pero es cierto que de no haber parado, estaría con una nube gris sobre mi cabeza todo el día. Si reviso el costo de la inversión sobre el resultado final de mi día de hoy, puedo concluir que ha merecido la pena haberme enfadado así, eso me ha permitido darme cuenta.


¿Y tú? ¿Te das cuenta o aguantas en pie bajo la tormenta? Recuerda que todo empieza y acaba en ti.

Recuerda que está permitido parar, respirar y reconducir tu postura.

 
 
 

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