La visita
- lorenagarciacoach
- 7 ene 2024
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Había de llegar el día de Reyes. Era una visita de obligado cumplimiento. Uno de esos compromisos que se puede eludir durante un tiempo pero que inevitablemente, sabes, más tarde o más temprano han de ocurrir. Aquellas visitas eran una especie de prueba de fuego para la paciencia y se sabía que al finalizar el día terminaba uno con necesidad de un tratamiento intensivo de curación del cuerpo y la mente.

Esto llevaba años ocurriendo con mayor o menor conflicto, la visita traía consigo todo aquello de lo que llevaban años tratando de alejarse.
La organización del día ya suponía un estrés. Había que poner de acuerdo a todo el mundo, conocer horarios y programar el día para que se hiciera lo más liviano posible. El caso es que nadie quería verse en aquella situación y todos llevaban tiempo tratando de retrasar la incómoda visita, conscientes de que cada cierto tiempo aquello era inevitable.
Tras días de negociaciones incómodas sobre como ponerse de acuerdo para llevar la visita lo mejor posible, y para que todos estén cómodos y sentir que la carga es compartida, parece haber un pequeño remanso de paz. Cómo la calma que precede a la tempestad, esa sensación de saber lo que se avecina en una quietud silenciosa y húmeda. Así es como se siente que una tormenta está por llegar, y así es cada vez que se sabe que la visita está cerca.
Hacía más de 20 años que esto ocurría, por aquel entonces las visitas eran de días, incluso de semanas. Se tenía la sensación de que había una obligación, un compromiso de relación al que no se podía decir que NO y estabas supeditado a que en cualquier momento se presentara en tu casa sin previo aviso con alguna de sus historias rocambolescas y para las que, además, se te pedía solución.
Durante años esta visita supuso mucho drama en la vida de todos. Terminaba uno tan agotado que tardaba casi un mes en recuperar un poco de normalidad.
Lo peor siempre era poner límites, cuando fuimos siendo conscientes de coste que tenían las visitas, cada uno, a su manera, fue tratando de poner límites. Se intentaron todas y cada una de las estrategias que te puedas imaginar.
Creo que las primeras veces, como ocurre con las primeras veces de casi todo, se hizo bastante mal, hubo que practicar y el método prueba error fue el que mejor resultado dio.
El nivel de tolerancia era tan alto, qué al principio todo empezaba con una discusión por una cosa pequeña. Era como ver explotar un geiser, sabías todo lo que había bajo tierra, todas esas energías, enfados, rencores, frustraciones y cansancio que no habían salido a la superficie. Un géiser que con la ruptura de una pequeña lasca de piedra se abre paso por una pequeña brecha por la que todo aquello consigue respirar y salir rompiendo lo que tiene cerca.
Estos episodios no sirvieron para nada más que para incrementar el nivel de frustración y cansancio. Era agotador sentir que para la visita no sólo suponía la oportunidad perfecta para refugiarse en su universo victimista, es que además era completamente impermeable a cualquier reflexión, consideración o empatía sobre lo que se le decía o sobre el dolor que pudiese provocar. Era como luchar contra los elementos, sabías que no conseguirías nada y terminarías con un agotamiento aun mayor que aquel que había provocado el caos.
Más adelante y tras probar estrategias como el sarcasmo, la conversación pausada y reflexiva, las conversaciones largas y agotadoras, en plan tercer grado, explicando las razones que hacían que la visita fuese una cosa en ocasiones más que insoportables; mucho más adelante, comprendí que no puedes hacer nada de esto con alguien que está tan anclado en su postura victimista.

La visita es siempre víctima de algo o de alguien. Al principio pensábamos que era puro cuento y cara dura para escurrir el bulto y hacer lo que le venía en gana de una forma egoísta y bellaca. Pero cuando me parè y me permití valorar de manera neutral a la visita, y qué es lo que puedes sacar en claro con alguien que está siempre en un estado de víctima de todo, me di cuenta que no se podía sacar nada de ahí.
¿Cómo vas a pedirle a una victima que se haga responsable de sus emociones sí para lo único que tiene energía es para encogerse y tener miedo? ¿Cómo vas a pedirle a una víctima que sea valiente y reconozca que fue lo que la ha llevado hasta ahí? Te dirá: "No ves que soy la victima de los que otros hacen, no ves que no fui yo, no ves que ya sufro mucho".
El caso es que no puedes cambiar a quien no quiere un cambio.
El tema es que por mucho que te joda, la gente no cambia sólo por que lo que hace te haga daño o te moleste. Ya te digo que lo van a seguir haciendo.
Y aquello de que la visita se aprovecha de que su postura victima para hacer, decir , echarle morro y ser egoísta ya te digo que es así. Es cierto. Y es difícil aceptarlo. Pero sí lo vuelves a revisar desde una forma neutral, es lo único que le queda a una persona que vive toda su vida desde ser una victima de todo. Es la única parcela que les queda. Aprovechar un atisbo de ego para imponer su postura desde la perspectiva de me lo merezco y todos vosotros me lo debéis por que mirad lo que me ha pasado, lo que he tenido que vivir.
Ahora bien puede que la gente no quiera cambiar o puede que prefieran mantenerse como están a pesar de la mierda que les flota al rededor. Puede que no quieran revisar sus acciones aunque esas acciones hieran a sus seres más cercanos y queridos. Puede que sea más sencillo echar la culpa al cha,cha,cha y no hacerse responsables de nada. Pero también puede que haya que revisar del mismo modo que está en tu poder para que la visita no te pase por encima cada vez que se presenta.
La pregunta es: ¿ Quién eres tu cuándo dejas que otro altere tu rutina, tu espacio, tu paz interior?
Esta pregunta ha tenido diferentes respuestas y cada vez que me la hago tiene una repuesta distinta, será por que yo soy distinta tras cada intento de gestionar la visita.
La pregunta nos ha ayudado a dejar ser víctima a la víctima y a tratar a la victima como victima. Y por duro o desalmado que pueda parecer no hay mejor estrategia que desoír el discurso lamentoso o la verborrea explicativa de porqué ha hecho o decidido esto o lo otro. No hay mejor acto correctivo para la visita que la desaprobación silenciosa.
Se trata de reconocer lo que sí es aceptable y no dar rienda a lo que no quieres atender. Para la visita que quiere siempre ser protagonista fue raro al principio. No se sintió atendida como pasaba habitualmente, sin embargo, busco otros discurso y comportamientos para encontrar la aprobación buscada y con esto vamos estando todos un poco más cómodos.
La visita sigue llegando antes de llegar tratando de llamar la atención y sentirse vista, y también se va después de irse dejando abierta la puerta a su posible regreso.
Esta visita es la de quien tienes tan cerca que romper con ella no es una solución posible. Es la de quién por mucho que huyas de ella siempre estará presente, por que hay quien es tan cercano a ti que no puedes borrarlo de tu vida, como puedes hacer con todo lo demás.
Esta visita es en realidad la gran maestra, es aquella con la que aprender a convivir, quien te enseñará a aceptar y con la que la palabra perdón mostrará un significado muy distinto al que encuentras en un diccionario.
Llegó el día antes de Reyes con su habitual manera de hacerse ver, encontrando la forma de sentirse considerada y revolviendo las cabezas de los que la recibíamos como ese viento arremolinado del oeste. Madrugó, estuvo todo el día encontrando comentarios y eventos que contar en cada conversación sobre sus experiencias y cosas que le pasan. Para cada cosa que se decía, la visita tenía una anécdota o un: " A mi me pasó que..."
Trató, esta vez sin éxito, de montar su pequeño teatro dramático y sacó los pañuelos de papel forzando alguna lágrima, cuándo rápidamente se sacó una broma al respecto y todos se echaron a reír, quedando aquel intento frustrado.
Se fue a la hora convenida y no dejó atrás una sola pregunta atenta que mostrara su interés por la vida de los que allí estaban. No preguntó por el trabajo de nadie, tampoco por la salud ni dijo un: ¿Cómo te encuentras?. Todo el rato estuvo centrada en completarse así misma, cumpliendo con la costumbre y expectativa habitual. La visita sólo habló de sí misma, recogió del día lo que le sirvió para sí, representó el papel que le hizo sentir bien y luego se fue como de manera habitual sin aportar nada nuevo al día o a la vida de ninguno de los que allí estábamos.
Cuándo partió, se hizo un silencio que duró lo que quedaba del día. Nadie habló, ni dijo nada. Ni siquiera se preguntó por cómo había ido el día ó cómo estaba cada uno.
Todos tenemos en nuestro círculo más cercano algún perfil como este u otra personalidad complicada con la que estás destinado/a a entenderte y vives cada encuentro con estrés; antes, durante y después.
Esta es mi experiencia con una personalidad muy tóxica, muy víctima, muy ególatra y egoísta.
Pasé por fases, sufrí mucho por no saber lidiar con ello y me planteé muchos caminos para gestionarlo. Alejarme ha sido la más eficiente, crear espacio sin romper el lazo; apartar y ver la relación desde la distancia y hacerme muchas preguntas como la que ya te he compartido.
¿Quién soy yo cuándo invito, acepto, permito que esta persona haga esto?
¿Quién quiero ser yo en esta relación?
¿Cómo quiero que sea este vínculo?
No sufras gratuitamente por nadie, ni siquiera por un familiar cercano, un padre, una madre o un hermano. Están en tu vida como maestros, sí aprendes a mejorarte a ti a través de ellos entonces habrás entendido el propósito de la vida de todos y cada uno de nosotros.
Aceptar y perdonar para vivir en paz

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