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La Huida

  • lorenagarciacoach
  • 1 may 2023
  • 5 Min. de lectura



Hemos aprendido tantas cosas a lo largo de nuestra vida que no podríamos hacer una lista que englobara cada una de ellas. Durante la niñez aprendemos que portarnos bien conlleva recompensas y que de lo contrario no se nos dará lo que deseamos. Es más corremos el riesgo del temido castigo que siempre tratamos de evitar. Es en estos años cuando aprendemos lo que significan los límites y también lo emocionante que es tratar de superarlos. La mayoría hemos conocido esta emoción y también la adrenalina del temor a que te pillen y enfrentarte a la temida bronca que tus padres te tenían preparada.

Comprobamos el valor del esfuerzo y también lo que se siente ante un refuerzo positivo y también lo que supone sentirse válido y saber.

En mi caso viví este aprendizaje desde la presión de estar por encima de la media. Comprobé que con esfuerzo todo se podía y trate desde entonces de mejorarme cada día. Supongo que no tengo la exclusiva de haber tenido unos padres exigentes.

Hay que hacer y hacer para lograr lo que uno quiere. Hay que luchar y ganar batallas para llegar al objetivo. Ese ha sido mi sino. Mi frase preferida era: Sí fuera fácil no sería divertido. Así que he pasado gran parte de mi vida buscando la dificultad, el reto, aquello que me distinguiera que me hiciera sentir que estaba en el camino del éxito.

Salimos cada día a la guerra de hacer y hacer con la sensación de que todo aquello que hacemos no nos lleva al lugar deseado. Puedes tener una gran carrera, llena de logros, puedes tratar de mejorarte como persona haciendo meditación, cursos, leyendo o ayudando. Puedes luchar por tener la familia perfecta que siempre soñaste. Sin embargo, sentimos el cansancio en las espaldas, el desasosiego en el pecho y la certidumbre del mente de que nada es suficiente. Nos sentimos siempre carentes de algo, raramente experimentamos la sensación de una satisfacción completa.

Tratamos de alejar todo lo que es malo, alejarnos del miedo, del dolor, del disgusto de no estar donde realmente queremos y huimos de ello con la ansiedad de no poder ser todo lo felices que se supone que debes ser.

Huimos de la reflexión tratando de completar el espacio incompleto con personas, cosas, sustancias o creencias. Así que te refugias en el trabajo que es dónde te sientes respetado, te escondes en adicciones que te permiten sentirte, por un momento en un lugar tranquilo libre de pensamientos y juicios, te anclas en el ego para crear una imagen de ti que te cuesta reconocer en el espejo.

Lidiar con la autoexigencia me permitió reflexionar sobre quien soy yo sí no hago, sí descanso, sí me permito cometer un error o simplemente sí el resultado no era el esperado. Me di cuenta que me sentía pequeña, insignificante tras un largo camino de esfuerzo, estrés y una sensación de agotamiento. No veía que era una persona con una gran constancia y capacidad organizativa, que era capaz de trabajar entornos de presión y estrés sin que eso supeditara mi capacidad para tomar decisiones y no me daba cuenta de la entrega total que capaz de aportar al proyecto en el que estaba envuelta. Sólo veía lo malo, quería mejores resultados, más reconocimiento, estaba tan cansada que no era capaza de disfrutar del proyecto, del camino de haberlo conseguido. Siempre quería más y siempre me parecía poco.

Me di cuenta que está bien tener miedo, que no pasa nada por sentirme cansada y que la incertidumbre forma parte del camino. Abrace el lado oscuro de la cosas como parte del proceso en sí.

¿Es acaso la luz, luz sin la oscuridad?

¿Eres tu menos de lo que eres por tener miedo? ¿Eres menos por no sentirte incapaz de hacer algo? ¿Eres menos por no estar seguro?

Huimos de lo inevitable siendo esta inevitabilidad lo que nos provoca una gran ansiedad. No puedes separarte de la vida, no puedes disociarte de ti mismo, es justo esto lo que hace que no te sientas conforme con tu situación.

¿Es posible que la necesidad de huir del dolor, de la enfermedad, del miedo, sea no sólo el motivo de este descontento sí no también un multiplicador del estrés y la ansiedad?

¿Cómo sería aceptar que eres tu con todas tu partes, las buenas y las malas?

¿Cómo sería ser consciente de que el dolor forma parte de ti, que eres parte del miedo, que hay una intención positiva en todo aquello que crees que es malo?

Concebimos lo bueno y lo malo con palabras que nos crean alertas, y lejos de que tu vida esté en serio peligro, las razones por las que sientes estrés y ansiedad son prácticamente improbables y sus consecuencias no son ni de lejos terminales.

Sí no le pusieras nombre a tu miedo, sí descargáramos de valor la palabra y sólo percibiéramos la emoción como lo que es, parte de nosotros, y la abrazáramos. ¿Sería más sencillo lidiar con la situación?

No podemos huir del momento presente, como no podemos huir de la vida. La vida es una contigo y es ahora.

Abraza la pena como parte del camino, permítete curar la dependencia de una pérdida, se consciente del dolor y acepta que está ahí y forma parte de ti.

Habitar el cuerpo, aceptar el momento, escuchar al ego, calmar la mente, saberte un ser mágico; es ahora y no ayer o mañana.

Dice un cuento tibetano que Brahma era un dios todo poderoso que se aburria demasiado y que de tanto aburrimiento decidió con su gran poder crear una amiga para jugar. Brahma creó a Maya y le explicó el motivo de su existencia. Le dijo: Te he creado para que me entretengas así que quiero jugar contigo. Maya, comprendió el propósito de su existencia y le dijo a su creador: Muy bien, vamos a jugar pero deberás hacer lo que te pida. Maya ordenó a Brahama que creara un campo de juego, así que comenzaron por crear le universo y los planetas, las estrellas. Después la vida en la tierra, los animales, los océanos, todo. Entonces Maiy observo la creación y le dijo, qué bello este mundo de ilusión que has creado, ahora quiero que crees un ser tan inteligente y que goce de tanta conciencia como sea posible para que esté capacitado para apreciar tu creación. Finalmente Brahma creo a los seres humanos y una vez terminada su creación le preguntó a Maya cuando iba a empezar el juego. " Lo empezaremos de inmediato" dijo ella. Tomo a Brahma y lo cortó en miles de pequeños pedacitos, diminutos. Puso un trocito en el interior de cada ser humano y dijo: "¡Ahora empieza el juego! Voy a hacer que te olvides de quien eres y tendrás que encontrarte a ti mismo". Maya creo el sueño, y hoy Brahma todavía está intentando recordar quien es. Brahma está ahí, en tu interior y Maya te impide que recuerdes quien eres.


Suelta por tanto la imagen te has creado de ti mismo, deja atrás las anclas que te dan la falsa seguridad de ser quien crees que eres y permítete parar y conectar con tu esencia, la esencia que te hace divino, especial, perfecto. No le pongas poder a las palabras, sólo siente que hay perfección en ti, que eres perfecto tal y como eres sin necesidad de impostar nada.


Somos polvo de estrellas, somos vida, somos perfección y tenemos todo, no falta nada. En este momento todo es correcto tal y como es. Si hay pena, abrázala, si hay miedo pregúntale de qué te quiere proteger, sí hay ansiedad cuestiona que te falta que no tengas ya. Acepta todas tus partes y descubrirás que solo hay vida, perfecta y en equilibrio.


Recuerda que el propósito de la vida es vivir. ¿Estás dispuesto a disfrutar del viaje?




 
 
 

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